Profesores y alumnos contra las privatizaciones

Grecia: 10 meses de movilización `educativa'
L. Corcuera y K. PapathomopoulosDiagonal

Mientras la ley universitaria recibía en marzo las últimas bendicionesde la clase política, 35.000 personas se volvieron a manifestar fueradel Parlamento griego. Después de diez meses de lucha educativa,huelgas, paros, ocupaciones de universidades, detenciones y cargaspoliciales permanentes, el 8 de marzo sería la primera vez que losestudiantes se negarían a dispersarse. Durante más de dos horasresistieron delante del Parlamento los gases lacrimógenos (prohibidosen Grecia en época de guerra, pero permitidos en época de democracia).El saldo: 49 personas presas (que actualmente tienen causas abiertaspor delitos menores), y más de 30 en hospitales, con lesiones yproblemas respiratorios. Fue el epílogo en una escalada de violenciaque desde hace un año se ha cobrado decenas de víctimas, entreestudiantes golpeados y detenidos.Sin embargo, junto a la dureza policial, las movilizaciones educativasde marzo, y en menor medida las de abril, han sido novedosas en sucreatividad, alegría y capacidad de reacción. Un día después del 8 demarzo, el movimiento educativo formado por profesores y estudiantesreunió en Atenas a 7.000 personas en una marcha contra la represión.Una semana después, a pesar de que la ley había sido aprobada, 20.000personas se manifestaban bajo la lluvia en un clima festivo. A pesarde la aparente derrota del movimiento educativo, a lo largo de estosmeses estudiantes y profesores conquistaron las calles de lasciudades, dejaron de creer en los medios de comunicación de masas ygeneraron sus propias fuentes de información. No en vano se haconseguido paralizar la reforma constitucional. Hoy, como dicen losestudiantes, "toca resistir desde dentro de las universidades y hacerque la nueva ley no se aplique". Hay ya muchos órganos académicos quehan declarado que no la van a aceptar y que van a apelar contra ellaen las Cortes, al considerarla anticonstitucional.Desde que en noviembre de 2006 el Gobierno conservador hiciera públicala intención de reformar la Constitución para derogar el artículo 16,que impide la creación de universidades privadas, las movilizacioneseducativas volvieron a reavivarse. Se necesitaba el consenso delprincipal partido de la oposición, el Partido Socialista (PS). Sinembargo, la reacción del movimiento educativo, que continuó lasocupaciones y manifestaciones semanales, hizo que en febrero el PSretirara su apoyo.De manera paralela, reaparecía la reforma de la ley universitaria,impulsada por la ministra de Educación, Marieta Yianaku, bajo lacreencia de que las protestas bajarían a causa del cansancio y con laresaca del fracaso en la reforma constitucional. El Gobierno empezó deimprovisto a tramitar la ley que en el verano de 2006 había sidorechazada, gracias a la primera oleada de movilizaciones. Lasfacultades siguieron ocupadas y a finales de febrero llegaron a sermás de 300. Las manifestaciones crecían cada vez más, al igual que labrutalidad policial. Estropear un cajero automático, tirar un cóctelmolotov contra los policías o intentar romper el cerco para que ungrupo de personas entregara a los diputados un texto con sus demandaseran motivos suficientes para que los antidisturbios cargaran contralas manifestaciones y las dispersaran.Las palizas y, sobre todo, el uso desmesurado de gases lacrimógenos,incluso sobre personas ya detenidas, convertían todas las semanas elcentro de Atenas en una cámara de gas. Los medios de comunicaciónlocales han silenciado la altísima participación de miles de personasen las manifestaciones (hasta 40.000), han abusado de las imágenes decontenedores ardiendo para clamar por las detenciones y han presentadola mercantilizació n de la educación superior como una solución para eldesempleo y la infra-financiació n crónica.La característica principal de este proceso que comienza hace justo unaño ha sido una espontaneidad que ha superado los planes y lacapacidad de todas las organizaciones políticas. Es el inconformismode los estudiantes frente a un ambiente que no reconoce sus estudios,que exige cada vez más especializació n y más títulos, como si fueranproductos comprados en el supermercado.