Fin de Pinochet ¿LA MUERTE DE UN TIRANO INVICTO?

Escribe: Dante Castro
Ha muerto la bestia sanguinaria justo en el día de los derechos humanos, qué paradoja. El general Augusto Pinochet será recordado por sus crímenes de lesa humanidad y por la recuperación económica de Chile, dicen. El cinismo del cual usan y abusan los que se fingen “apolíticos” puede juntar ambos aspectos y justificar así la masacre, la tortura, el encarcelamiento y el exilio de miles de chilenos. Es una manera de decir: "no hay forma de hacer tortilla sin romper los huevos".Propongamos la moraleja a algún ególatra con ambiciones de perpetuarse en la historia, como Alan García, para que salga a matar 2,800 peruanos, a ver si el milagrito se le hace. Y para que nadie crea en milagros, analice bien el lector que bajo el primer gobierno de Alan García más de 15,000 peruanos murieron por causas del terrorismo de Estado en plena guerra interna. Pinochet, al lado de Alan, resulta siendo un querubín de altares barrocos. El aprista García dejó el país en miseria económica y con un altísimo aumento de... fosas comunes. Lo único que aumentaba era la tasa de desaparecidos en el país de las maravillas.No aceptamos que el éxito justifique la masacre. Lo cierto es que la recuperación económica de Chile fue hábilmente financiada por sus tutores yanquis. Era necesario un país dónde experimentar las recetas ultraliberales y neo-monetaristas, como las de Milton Fiedmann y los Chicago-boys; es decir, un país donde se haya arrasado con el sindicalismo, con las garantías del derecho laboral, con la estabilidad, la jubilación y el seguro obligatorio de salud. Un edén para la inversión privada es aquel lugar de donde han salido expulsados no sólo Adán y Eva, sino todos los seres humanos que comieron la manzana de la sabiduría. Ese era Chile después del once de septiembre. Así como la recuperación económica chilena fue obra de los yanquis, la bancarrota económica del gobierno de Allende tuvo los mismos autores. Primero financiaron la quiebra del presidente comunista, luego promovieron a un mesías uniformado e inmediatamente le hicieron el milagro. Todo salió de la misma caja.Pero este tirano ha muerto en la tranquilidad que no merecía. Absuelto por la justicia internacional que lo dejó escapar, por la pusilanimidad de un juez Baltazar Garzón que encarcela comunistas españoles acusándolos de terroristas (ver caso reciente GRAPO), por la mediación del Papa anticomunista Juan Pablo II, por la campaña de Bush y de los conservadores ingleses, y por la propia inmovilidad del aparato de justicia chileno. Muere invicto a pesar que todos deseaban para él una muerte deshonrosa y justiciera, como la que tuvo Anastasio Somoza o Benito Mussolini. Longevo e impune, ha tenido mejor final que aquel quien hizo enorgullecer y vibrar a todos los chilenos: Pablo Neruda.Para el autor de Crepusculario no hubo la más mínima piedad, la menor gentileza, incluso con sus familiares y amigos a la hora de conducir el féretro a su domicilio, a propósito inundado por agentes de la DINA, anegado de aguas servidas para que sus deudos tuvieran que levantar el féretro por encima de sus cabezas, tropezando por las piezas del primer nivel o resbalándose por escalones húmedos. Humillándolo hasta después de muerto al poeta nacional de Chile, el general Augusto Pinochet humillaba a todo el pueblo chileno.Ya se había cebado la bestia en sangre de miles, ya tenía repletas las mazmorras de presos torturados cotidianamente, ya las embajadas se colmaban de exiliados. No era suficiente. El fascista tiene que destruir aquello que no puede construir, aquello que estaba imposibilitado de superar, imitar o emular. Por eso se ensañó con Neruda. Para qué matarlo con balas o explosiones. Eso estaba bien para Lettelier o para Prats, a quienes mandó asesinar afuera de Chile. A Neruda debían llevarlo hacia el colapso de todas sus facultades, hacia el infarto cardiaco o al derrame cerebral, tal como Montesinos hizo aquí con varios distinguidos personajes. Para eso hay sustancias que la CIA ha diseñado expresamente. Luego de una muerte "natural", sobrevino el escarnio y la humillación del fallecido.Me preguntan mis amigos qué opino sobre la muerte del dictador del sur. Les digo que lo único que espero es la reacción del pueblo chileno para que este infame no se retire invicto al cementerio adonde sus admiradores irán a rendirle tributo. Les digo que deseo que su entierro sea humillante, que los descendientes de sus víctimas le infrinjan tantos vejámenes como los que él ordenó contra Pablo Neruda. Como los que sus soldados y oficiales hicieron padecer a las mujeres torturadas en sus mazmorras. Como los que aplicaron a los detenidos en el Estadio antes de matarlos, contra Víctor Jara antes de asesinarlo. Que no descanse después de muerto. Que para sus restos no haya reposo. Y que nadie olvide. Porque olvidar también es un delito de lesa humanidad.Salud:DC